sábado, 24 de mayo de 2008

Déjame lamer tus manos,
la herida,
sangrarla,
hasta dejarla seca por dentro.

Déjame hurgar con mis dedos,
las esquinas de tu carne,
hasta vaciarme por dentro.

Permite que rebañe esta mezcla sanguino-lenta
que derramaron tus ojos, cuando se cerraron los míos.




Pártete conmigo,
hasta hacernos añicos,
hasta escuchar el grito de la vida,
que no pide clemencia, ocaso o justicia.
Sólo verdad.

Derrumba este templo
de dioses equivocados y corregidos,
hasta matarlos de paz.

Muérdeme la púpila hasta que sangre,
el velo último,
que separa mis ojos de tu rostro verdadero.

Devúelveme mis alas,
si es lo que necesito para volar hacia ti.

1 comentario:

Manué dijo...
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